domingo, 7 de febrero de 2010

Que bonitas eran sus palabras, con una entonación perfecta, no eran las mejores, pero salian de su boca, sus labios... por los que me moría de ganas de comer. Cada vez que me miraba, la vida daba una vuelta, y todo lo demas dejaba de importarme. Perdia el sentido del tiempo, me daba igual el puñetero reloj, no queria que parara de mirarme nunca, aunque me intimidara como nadie lo hacia. Adoraba cuando me cojia de las manos lentamente y me azercava a él, a su cuerpo, a su perfecto cuerpo. Y después muy lento acercaba sus labios con los mios, y poco a poco, los apretaba con fuerza, no mucha, la suficiente. Y no me importaba nada mas. Después me apartaba despacio y con una pequeña sonrisa que nunca podia aguantarme, lo miraba a los ojos, sus ojos. Perfectos, como cada instante con él.
Te quiero.